jueves, 2 de febrero de 2012

Desde la Teibolteca - ¿Porqué los hombres van al table?

Desde la Teibolteca - ¿Porqué los hombres van al table?




Por Sargent Table



Eventualmente, durante las reuniones con los amigos y amigas emerge un tema de discusión que resulta muy controversial y que apasiona hasta al más pasivo de entre el grupo: ¿Por qué los hombres deciden asistir a un Table Dance?

Pretender englobar en una sola verdad la motivación que lleva a los clientes a las puertas de estos negocios no solamente resulta vago y ocioso, sino también poco atinado.

La postura de los más feroces críticos es catalogar a los parroquianos de estos lugares como “insatisfechos, frustrados,  o incomprendidos”. La ligereza de este juicio resulta tan absurda como catalogar a un comensal como “troglodita, glotón, o hambriento compulsivo”, o considerar a un aficionado de las películas de ciencia ficción como alguien que gusta de “evadir la realidad”.



En cambio los argumentos que ofrecen los adeptos al ambiente, son mucho más amplios y la razón es sencilla: Cada persona posee uno o varios motivos que le hacen decidirse a acudir uno de estos clubes, ¿Los más comunes? La curiosidad, una celebración, una expectativa de algo distinto y emocionante, inclusive una fantasía, entretenimiento, convivencia, y voyerismo entre otros; y los Table Dance ofrecen muchas opciones para satisfacer a cada uno.

Cuando uno se toma la oportunidad de ir a un Club y observar cuidadosamente el ambiente, se puede ver que ciertamente la escena más común no es la de un hombre llorando sus penas y desdichas en el regazo de una bailarina exótica; La variedad de asistentes que se encuentran estos lugares es amplísima y todos ellos están ahí con por una razón distinta, sin embargo convergen en un mismo espacio atraídos por la promesa de pasar un buen rato.





Ya en un ejercicio de observación un poco más a conciencia se puede distinguir claramente que las luces, los vestuarios, los aromas y las canciones constituyen una gama interminable de sensaciones, al ritmo de las cuales los clientes van encontrando lo que han ido a buscar. Lo cierto es que la palabra clave podría ser: Disponibilidad.

Y es que casi con garantía aquel que busca a una mujer de una buena figura, o determinadas características físicas podrá encontrarla. Uno que busque compañía y oídos pacientes para poder desahogar sus penas, será escuchado y hasta consolado. Quien desea compartir una alegría, o presumir un logro halla eco y celebración. Y si hay quien tiene un deseo de embarcarse en una aventura controlada que satisfaga el placer de mirar y tocar sin necesidad de exponerse a un compromiso no deseado, no se sentirá decepcionado.



Se trate de adolescentes curiosos, hombres expectantes, grupos de amigos ávidos de aventura, asistentes asiduos o de ocasión; frecuentar un Table Dance obedece al legítimo deseo de ver satisfechas las necesidades individuales cualesquiera que éstas sean, y sobre todo al margen de los juicios externos que encasillan y condenan a quienes gustan de este medio de entretenimiento. Al final la decisión de visitar un Table Dance constituye tan solo el principio de la noche y de la búsqueda individual de la satisfacción.

viernes, 27 de enero de 2012

Sexcuelita Table - Lección 3

Sexcuelita Table - Lección 3 - Historia - La primera noche de tubo

Por: Sargent Table

Fieles ciudadanos de esta abandonada Nación, les saluda Sargent Table desde su confinamiento voluntario en un alejado lugar del sureste de la República Mexicana; en esta ocasión traído a este espacio por la nostalgia de los grandes tiempos teiboleros que han ido quedando en el pasado poco a poco.

Muchas ocasiones he comparado las enseñanzas de la noche con las batallas de la vida, donde sin importar si conquistas o eres conquistado, si sales bien librado o gravemente herido, atesorarás un invaluable cúmulo de experiencias que muchas otras personas no juntarán en toda una vida de andanzas. Aquí les comparto la anécdota de mi primer noche de tubo, hace ya más de doce años, en el Puerto de Acapulco.



Corría el año dos mil y el lugar para mi debut en el ambiente de observación de pelícanos fue el legendario Tabares Diana, Acapulco. Por aquellos días yo aún era menor de edad y como todo joven calenturiento quería observar cosas nuevas, y fue mi tío el patrocinador de una entrada clandestina al primer tiempo del placer; algo que me cautivaría y daría un rumbo definitivo al resto de mis noches.

Todavía como aquellos veteranos de guerra que recuerdan con vívidos detalles cada uno de los movimientos, colores, texturas y sabores, tengo grabado a fuego cada aspecto de esa noche mágica. Recuerdo que mi tío cubrió el reglamentario cover y una propina adicional para que pasara desapercibida mi falta de credencial de elector. 

El ambiente oscurecido, pero bien acentuados tonos neón de los focos con algunas nubes de humo y abundantes pantallas en que se proyectaban canales pornográficos y al centro del gran salón el imponente tubo. Una decoración digna de la época de las ficheras donde cualquiera esperaría en cualquier momento ver saltar a escena a Tongolele o a Lin May. Los lockers de las chicas y sus camerinos a la vista del público que hacían las delicias de todos los asistentes; especialmente de mis ojos aún inexpertos en el arte de la observación tubística. Y para rematar la mise en place, una regadera igualmente a la vista de los espectadores donde al terminar su turno al bate, las chicas podían ser bañadas por cualquier animoso voluntario de entre el público. 

Para complementar el concepto, (a mi gusto único en México) los meseros en patines, vestidos con playeras de equipos de fútbol atendiendo rápidamente a los clientes, el animador vestido en un traje de rata y un ambiente para el recuerdo; para la posteridad.




Como si esto fuera poco, uno de los seres más angelicales que he visto en la escena del tubo y con quien conocí mi primer baile privado. Su nombre era "América" y a la fecha sigue siendo la muy digna portadora del lugar número uno de mi top de bailarinas.

En aquel momento no sabía que los privados generalmente duran tan solo un par de minutos, o bien lo largo de una canción; lo cierto es que a mi me parecieron los minutos más duraderos y gozosos de mi vida teibolera. 

Atraído por el recuerdo de una noche redonda, volví un par de ocasiones más tarde, pasados 6 y 10 años respectivamente; encontrándome con nuevos gratos momentos y nuevos conceptos. Pero esas son historias para otra ocasión. 

Hasta pronto amigos teiboleros! Felices Tallarines!